La ética y la técnica son dos saberes desunidos, no son más que una ruptura entre la teoría y la práctica, en la cultura de la modernidad el empecinamiento de considerar primordialmente el saber como fuente de poder ha llevado a un desarrollo preferente de la teoría como ciencia como ciencia formalizada que se expande luego en técnica transformadora de la realidad, ambas escindidas de la praxis ética pero esto no está bien no se debe separar la ética de la técnica, la aspiración de un buen profesional es muy noble como para merecer el pago de la factura de la personalidad (Ética Docente),
Lo que hoy se necesita es un profesional integral en cuanto su saber técnico y su condición ética, esta relación se necesita aun más en los docentes, ya que en las últimas décadas se he dado un predominio del hacer sobre el querer y el saber, en consecuencia se ha mejorado la eficacia de la técnica, sin tener en cuenta al estudiante. Lo cual resulta perjudicial para el desarrollo moral. Para Aristóteles existen dos tipos de virtudes fundamentales. Las virtudes intelectuales, dedicadas a perfeccionar el conocimiento, (prudencia, justicia y amistad) y las virtudes morales que perfeccionan la forma de ser de cada persona (hábitos que nos permiten elegir entre lo más prudente y correcto).
El carácter moral del estudiante que sigue el método, es un elemento del proceder metódico, El agente afronta cada vez una nueva acción, análoga a otras anteriores, pero no enteramente homologable a las mismas. Para Aristóteles, cada persona es feliz al realizar la actividad que le es propia y natural, es decir cada ser humano es feliz siendo hombre, y llevando a cavo actividades propias de los hombres.
Los estudiantes de cualquier carrera pedagógica, concluyen sus estudios confiando en el poder y al eficacia de los métodos aprendidos, pero esto lo lleva a un choque con la realidad profesional, cuando descubre que los medios, recursos y medios de los que dispone quedan colgados en el vacio ético de su formación. La formación ética es una demanda inaplazable, no solo para los educandos, si no sobre todo, y prioritariamente para los mismos educadores.
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